Sevilla se consolida como el auténtico centro de gravedad del sector aeroespacial andaluz, una industria que podría superar los 3.000 millones de euros de facturación en 2025 si mantiene el ritmo de crecimiento de los últimos cinco años. Así lo destaca Antonio Gómez-Guillamón, presidente del clúster Andalucía Aerospace y CEO de Aertec, ambas entidades miembros del Foro del Espacio; quien subraya que la provincia concentra 148 de las cerca de 150 empresas del ecosistema regional.
Este liderazgo se explica por la presencia de grandes empresas tractoras como Airbus, que generan un potente efecto arrastre sobre la industria auxiliar, y por un activo único en Europa: Sevilla es una de las tres únicas ciudades de Europa con una línea de ensamblaje final de aviones, junto a Toulouse y Hamburgo. Este elemento refuerza su prestigio industrial y su capacidad de atracción de inversiones.
El núcleo del sector en Sevilla sigue siendo el desarrollo de aeroestructuras, un ámbito de alta complejidad técnica en el que las empresas andaluzas participan en programas internacionales de primer nivel. Junto a ello, destaca un tejido de empresas intermedias, con gran potencial para crecer e internacionalizarse. Todo ello se complementa con el impulso de sectores emergentes como el espacio, que define como «una auténtica revolución», impulsada por la inversión privada y por su creciente dimensión estratégica ligada a defensa y soberanía tecnológica.
En 2025, Sevilla ha vivido además un hito clave con la llegada de Pilatus, que ha elegido la provincia para su primera gran implantación industrial fuera de Suiza, con una inversión de hasta 100 millones de euros y la creación prevista de 500 empleos, reforzando aún más el papel de la ciudad como polo industrial de referencia. La compañía inauguró hace unas semanas una planta en Alcalá de Guadaíra, para mudarse más adelante a Carmona.
Con todo, la fotografía del sector aeroespacial posiciona a Sevilla como un hub aeroespacial estratégico, capaz de atraer inversión internacional, talento y proyectos de alto valor añadido.
Fuente: La Razón